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martes, 5 de junio de 2018

Azul

Una niña de apenas dos años,
de enrevesada melena rubia
con cascadas de rizos
en caida libre
por su frente,
observa entretenida
-desde el palco del carrito de bebé-
a la gente agolpada alrededor en el vagón de Metro.
Pronto centra su atención
en el aspecto de una joven a la que escudriña de arriba abajo.
A medida que sus claros ojillos
van recalando en el pelo, en la nariz o en el hombro de la joven,
en la blaquísima extensión de su pequeño rostro
tienen lugar rápidos y expresivos movimientos
que van  de la perplejidad al dolor,
hasta quedar un tanto presos del miedo.
Y es que la chica en cuestión
¡tenía el pelo azul, varios piercings en la nariz y una extraña mascota (rata de ojos rojos para más señas) caminando por su hombro!


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sábado, 30 de diciembre de 2017

Sin noticias de

De pronto, en mitad de una distendida charla
durante la comida en el restaurante,
Peter deja aparcado el tenedor
en el plato por un instante y,
haciendo gala de una serenidad e ironía pasmosas,
lanza una batería de interrogantes envueltos en su marcado acento alemán:
"¿Por qué será que C. no llama?",
"Porque", prosigue,
"lo normal es que cuando alguien se marcha de viaje,
llame, ¿no?"
"Pues eso, para decir que ha llegado bien y saber cómo va todo",
"Pero nada, que no sé que pasa que ya han pasado
casi cinco meses y ella no llama".
Al final, estas dosis de mordacidad en torno a la partida de su difunta esposa,
le pasan factura
y conducen a los enormes y cansados ojos azules de Peter
al llanto.
Entonces, la fluida y animada conversación se paraliza.

Solo un puñado de recuerdos acuden tímidamente
al rescate portando carteles "agradables"
en sus efímeras manos
y dejando tras de sí un pequeño
reguero de sonrisas
forzadas.


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miércoles, 9 de agosto de 2017

Pelegrina

Selena*, una joven latinoamericana
de apacible semblante,
rasgos estilizados y rubia melena,
está sentada  
a la entrada de su improvisado hogar
cubierto con una amplia tela gris a modo de toldo
junto a un cajero automático. 
Viste camisa blanca impoluta y todas sus prendas
cuelgan primorosamente de las cuerdas 
que marcan el perímetro de su habitáculo. 
Pide limosna para comprar algo 
que llevarse al estómago y para la lavandería,
porque no soporta que la ropa huela mal.
No es una indigente al uso,
se hace patente su aspecto cuidado y maneras delicadas
hasta en el modo en que permanece sentada:
la postura evoca a la del monumento a la sirenita de Andersen en Copenhague.
En medio de su situación desesperada
ella prefiere creerse -dice- "una pelegrina del mundo",
como cuando se iba de joven con su mochila lejos de excursión
y así, esta realidad le parece más digerible, más provisional.
A esta hora solo piensa ya en que acabe el día:
poder aplacar un poco el estómago
y "echar el toldo" hasta mañana.

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*Selena. Nombre ficticio


martes, 18 de abril de 2017

Pertenencias

Desde su casa de madera
ella contempla el cielo
-a esta hora de la tarde-
intentando escudriñar la noche que hará.
Su banco lo es todo: salón de estar, cocina, aseo.
En la cabecera tiene apoyado un carro de la compra con
todas sus pertenencias -protegidas por un plástico-,
y, debajo, a todo lo largo, guarda bidones de agua y un barreño. Todo estratégicamente colocado; ningún objeto sobresale del perímetro de su hogar.
En un lugar como Madrid, 
la temperatura puede bajar
drásticamente hasta 10 grados de golpe.
Pero, a pesar de que ella no tiene forma de saber con antelación el tiempo que hará,
ha logrado adaptarse -sobre la marcha- a las inclemencias que trae cada estación.
El frío es para ella combatible, el calor: soportable, la lluvia: insufrible.
Cuando alguien se acerca para donarle ropa o enseres,
ella siempre rehusa -cortésmente- el ofrecimiento:
"No, gracias, de verdad, tengo ya muchísimas cosas".

viernes, 30 de septiembre de 2016

La escalera

La escalera
de aquel peculiar edificio de viviendas
de principios de siglo* 
estaba compuesta por un reguero de peldaños;
Todos ellos discurrían armoniosamente, sin un atisbo de inclinación abrupta.
Coronada por una esbelta barandilla de hierro labrado y madera,
la escalera ofrece desde sus comienzos
un servicio en exclusiva, pues en su hueco no existe competencia elevadora mecánica alguna.
En ella han ido resonando, a lo largo del tiempo,
los diferentes tipos pasos: 
Los hay ágiles, si es que parten de los pies más jóvenes,
o espaciados, cuando son emitidos por gente cargada,
o tal vez reposados -con derecho a rellano-,
cada vez que la gente mayor toma un respiro
antes de continuar el ascenso,
y, cómo no, están los gloriosos pasos saltarines,
que imprimen los niños,
para quienes la subida o el descenso
es tanto como decir, aventura o juego.

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*Principios de siglo: El arquitecto del edificio fue Diego de Orbe y Fernández. Los planos de dicho proyecto están fechados en agosto de 1912 y la obra se terminó en julio de 1915. (Datos facilitados por el Archivo de la Villa de Madrid). 


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miércoles, 27 de abril de 2016

Todo pasa por algo

Una mujer de mediana edad
hace una extraña guardia delante del único asiento libre
en un vagón de Metro repleto de gente
hasta la bandera
en plena hora punta.
La señora sostiene entre sus manos un libro titulado "Todo pasa por algo"
de cuyas páginas no aparta la vista ni un instante,
mientras silabea para sí frases con el mayor interés.
Tan absorta estaba, que no veía, a pesar de tenerla delante,

a la joven que acaba de entrar
cargada de bolsas y llevando con dificultad a su hijo
en el costado.
La azorada joven, se planta esperanzada frente a la ninguneadora
para preguntarle por tres veces si iba a sentarse, pero la susodicha
seguía a lo suyo, haciendo gala 
-cual soldado orgulloso
que mantiene imperturbable
su semblante ante las increpaciones del gentío-.
El resultado fueron cuarenta segundos de estupor generalizado en el vagón,
tras los cuales, los boquiabiertos viajeros de todas las nacionalidades, edades, sexos, y condición religiosa -que puede haber en el país del tamaño de un vagón de Metro-,
se levantaron como
centellas de sus asientos para cederle el sitio
a la joven, más perpleja aún si cabe ante el comportamiento de una congénere
que, por otra parte, 
si el lector -que no presenció la escena- se lo pregunta,
sí estaba en sus cabales.


sábado, 16 de abril de 2016

De donde yo soy!

Una vivaracha niña de unos siete años
de pelo negro azulado,
espera el turno en la frutería
junto a su madre adoptiva.
Y, mientras, celebra con gestos cada cosa que ve,
va diciendo a su mamá el montón de cosas que tienen que comprar
porque "no les queda de nada";
La pequeña va nombrando con voz saltarina todo aquello que recorren sus enormes ojos:
plátanos, fresas,
aguacates y peras...
De pronto alcanza con su vista unas preciosas uvas
de color verde amarillo,
y el tendero replica con un guiño,
que vienen de la India.
¡¡¡¡Ay va... de donde yo soy!!!! -dice exultante desplegando una sonrisa 
que deja al descubierto una peculiar hilera 
de farolillos muy blancos, -algunos a medio encender-
Y mientras, ella sentía con orgullo el privilegio
de que su adorada y lejana patria
estuviera ahí, en ese preciso instante
justo a su lado...





miércoles, 3 de junio de 2015

Un avión y un hipopótamo dentro de un bote de jabón

[Después de subir del parque]
-¡Niñoooos!, ¡a lavarse las manos! 
-A ver chicos, ¿qué vais a querer esta vez? -dice ella a sus sobrinos
de cuatro y cinco años mientras sostiene junto al lavabo
un dosificador de jabón líquido.
-Pues yooo, voy a querer un avión...
-¡Y yoooo...un hipopótamo!
-Uhmm, veamos... -Y entonces ella comienza a plasmar sendas peticiones
con trazos de jabón
sobre sus manitas
de la manera más fidedigna posible.
Y los niños ponen caritas de asombro
viendo como va cobrando vida
sobre sus manos lo que han pedido.
Apenas tienen tiempo de observar cada detalle
cuando se esfuma la magia
y los preciados dibujos se convierten
en lo que eran antes de salir del bote:
-una simplona e informe masa jabonosa-.
Y a partir de ese instante ya solo queda
poner las manos
bajo el grifo y comenzar a lavarse
con ahínco riendo de lo negra
que va desfilando el agua
hacia el desagüe...

martes, 26 de mayo de 2015

Incongruencias de ida y vuelta

En el viaje de ida al trabajo, una joven tardo-adolescente
sentada a mi lado en el vagón de Metro, piensa el alto:
-Echo de menos el instituto.
Pasan un par de largos minutos sin obtener la menor respuesta
de su novio, que va con ella, de pie, apoyado en una barra,
completamente enfrascado en el móvil. 
Y entonces ella vuelve a decir:
-¡Dios, cómo lo echo de menos! No es que no esté bien trabajar
y todo eso, pero...  ¿jo, por qué no me contestas?
Por fin, él replica sin apartar la vista de la pantalla desde la desidia
más absoluta: 
-Incongruente, es tan incongruente lo que dices, eso de que echas de menos
el instituto que vamos, ni te contesto.
Y él sigue ahí a lo suyo, tan cerca
pero tan lejos, en su abismo de incomprensión.
Y ella, ante la continua indiferencia,
deja de hablar y opta por sacar también su móvil y hace lo propio
en un deseo de compartir con él al menos su apatía.
En el viaje de regreso del trabajo:
¡Me los encuentro de vuelta en mi mismo vagón de Metro!
Exactamente igual que los había dejado a la ida:
Esta vez ella iba callada, con el bolso sobre su regazo y la mirada perdida
que parecía hablar sin parar hacia sus adentros.
Y él de pie, a su lado, apoyado de nuevo en la barra 
en eterno romance
con su teléfono móvil.  


viernes, 22 de mayo de 2015

Capa de sueños

Una joven novia 
se casaba tal día como hoy hace 16 años
estrenando una flamante capa de sueños
sobre sus hombros...
Capa que
fue perdiendo lentamente su color
hasta quedar irreconocible, deshilachada.
Deshilachada pero con
cuyos cuatro hilos fundamentales
ella fue
capaz de tejerse un discreto y práctico sayo.


  

martes, 19 de mayo de 2015

Comedor secundario

En aquella tarde del día de Navidad
E. se vio de pronto,
sin comerlo ni beberlo,
sentada a la mesa de aquella emblemática y especialmente tumultuosa
chocolatería de Madrid.
¿Qué cómo había llegado hasta allí?
Pues nada, ella había bajado exclusivamente a tirar la basura al contenedor,
cuando se topó, por sorpresa,
con una tía carnal suya que iba acompañada de su engalanadísima familia política.
Y, como no podía ser de otra forma, E. fue apremiada
a unirse de inmediato al grupo.
Su tía le agarró por el brazo sin intención alguna de 
soltarla, porque se sentía feliz
de que alguien de su propia sangre
contrarrestara por una vez
la aplastante mayoría de los "partidarios" de su esposo
en las reuniones familiares.
Aun así, E., intentó rechazar la invitación valiéndose de excusas 
tales como que la indumentaria que llevaba era poco apropiada,
tener que madrugar al día siguiente
o haber cenado ya convenientemente...
Pero nada de esto le sirvió y fue invitada a tomar el típico chocolate con churros
en San Ginés a las nueve y pico de la noche.
Después de esperar una momumental cola
en la calle
les hicieron pasar a un comedor secundario
que solo abre cuando en los salones habituales no cabe un alfiler...
Y allí se sentó E., en la mesa de las mujeres,
y los hombres en la mesa de los hombres. 
Como la propia E. se venía temiendo, 
más pronto que tarde fue sometida a un tercer grado.
Tras diversas supérfluas conversaciones pululantes 
a su alrededor sobre peinados, accesorios y ropa sofisticada de marca, bebés, cuernos y destinos en el extranjero,
no tardaron en poner rumbo fijo hacia su discreta persona...
Y una vez allí fue asaeteada por tierra, mar y aire con todo tipo de preguntas.
Que si cuántos años tenía, que si ella aún era muy joven, que si tenía que rehacer su vida,
que si no podía seguir así, que si esto que si lo otro, que si, que si...
Y ella, viendo que no merecía la pena contestar
todo aquello para lo que estas experimentadas mujeres y madres tenían ya su propia respuesta-consejo,
optó por tratar de sonreír,
mientras hacía que escuchaba.
Y así permaneció hasta que con
el chocolate y los churros, se fue extinguiendo 
lentamente la velada.


 


miércoles, 8 de abril de 2015

El campo de los deseos

Dos pequeños
campan a sus anchas por un enorme parque
irregular plagado de montículos verdes.

Primero, un par de dientes de león desperdigados entre el césped
les ofrece la posibilidad de 
soplar al viento múltiples minivelas,
no sin antes haber pronunciado un deseo:
"yo quiero un disfraz de spiderman" "y yo un coche de Rayo".

De pronto abren sus ojos de par en par
ante una ladera plagada de molinillos de viento.
Han descubierto literalmente el campo de los deseos
y se afanan en recolectar una tras otra
estas peculiares plantitas
que no dan abasto en propagar tantos anhelos por el aire...



martes, 24 de marzo de 2015

Sí, pero de manera responsable o nada

En un vagón de metro 
de la línea que lleva hasta Villaverde Alto,
un grupo de adolescentes, que viajan con una maestra,
gritan, se hacen bromas entre ellos...,
típico de la edad del pavo.
El grupo tiene como "mascota"
a un niño de pelo ensortijado, más bajito respecto a su edad,
pero muy avispado.
El chico pide permiso para sentarse en el regazo de una compañera
y, una vez concedido, comienza a captar la atención de
-de propios y extraños-
con un sinfín de ocurrencias y chistes.
-A ver, ¿qué le dice un jardinero a otro en el trabajo?... Pues, trabajemos mientras "podamos"
(y el niño guiña un ojo mientras mueve las manos con arte como si manejara unas tijeras de podar). Consciente de su éxito
el niño a la señora que tiene sentada justo enfrente y que no paraba de reír
con una insospechada pregunta:
-¿Verdad que soy encantador, señora? ¿A que usted me adoptaría?
-Sí claro, lo haría sin pensarlo - contesta la abrumada pasajera.
-No, sin pensarlo, no. Esto es una cosa muy seria y no se puede tomar a la ligera.
Tendría que hacerlo usted de manera responsable o nada.
La señora, estupefacta por la dosis de descaro,
se pone colorada y, con el nerviosismo propio de quien tiene la pelota en su tejado, contesta:
-Está bien, si pudiera, lo haría, claro que lo haría.


jueves, 19 de marzo de 2015

Moneda sonante

Sentada junto a la puerta de un establecimiento del Paseo del Prado,
una joven invidente, con la mirada clavada en un punto fijo
-allá en lo alto-,
pide limosna.
Pero no al uso.
Lo hace con una amplia sonrisa
mientras cabeza y torso se mueven al son del ruido que emiten
un par de monedas
desde el fondo del recipiente metálico
que sostiene entre sus manos.
No es una "melodía" casual, sino buscada:
según haya una moneda, o dos o tres
cambiará el compás,
y la cadencia del ritmo.
Y ella quiere pensar
que las limosnas que recibe no son sino recompensas
de quienes saben apreciar su ofrenda musical,
no su ceguera.


lunes, 2 de marzo de 2015

El sol naciente

En medio del vagón de la línea 6 de Metro
un indigente de mediana edad
-avejentado-
se expone a los viajeros.
Saca de su gabán una flauta escolar
y explica que pertenece a su hija Sara.

Entre dientes se lamenta de la flauta travesera
que tuvo que vender.

Sus negros dedos mugrientos
contrastan  con el marfil del instrumento
y le arrancan con firmeza una pieza:
El sol naciente.
Y lo hace con un sentimiento tal, que conmueve.

Abro mi monedero.
No pretendo saber la verdad,
no sé si luego lo gastará en droga o vino.

Entonces pido solo caridad para lo que veo
y fe para lo que no veo.
La limosna dada
ya no me pertenece,
que sea, pues gastada
en fines no calculados. 

viernes, 27 de febrero de 2015

El libro de soluciones

Es por la tarde. En un vagón de Metro que va al Centro de la ciudad
un padre de cincuenta y pocos años ataviado con traje viaja con su hija de uniforme escolar
de apenas nueve.
-Vamos a sacar las tarjetas con las preguntas (se trata de un juego de memory cards).
--Vale papá
-A ver, fíjate en esta durante un minuto.
--¡Ya!
-No, todavía no ha pasado el minuto.
--¿Ya?
-Ahora sí. Dime cuántos caramelos había en el dibujo
--Siete
-Muy bien, y ¿cuántos eran azules?
--Tres
-¿Y rosas?
--Dos
-¿Y amarillos?
--Uno
-¿Y verdes?
--También uno.
-Bien -dice el padre mientras mira con detenimiento la cajita que contiene las fichas-
Amalia y ¿dónde está el libro de soluciones? Aquí pone que viene uno.
--No sé. Lo habré dejado en casa.
-¿En qué casa porras?
--En la tuya papá.  
 

domingo, 11 de enero de 2015

Las respuestas a las preguntas

El valor
que habitualmente empuño para dejar claro que no tendré hijos
resplandece cuando repito -por este orden-
que no tengo ni la lozanía de antaño,
ni los medios o la dedicación deseables,
y ni aun las ganas ya -si me apuran-.
Pues bien, recuerdo cómo ese valor palideció
al toparse de frente con el arrojo
de un matrimonio de invidentes totales
que llevaban a sus dos pequeños videntes -de tres y un año-
en el suburbano
camino del centro de Madrid.
¿Qué clase osadía era aquella?
Está claro que de esas que escupen a la cara
a la sensatez más impepinable.
En mi mente, a la pregunta del cómo, seguía la del porqué:
Todos los viajeros, sin excepción, contemplábamos perplejos
la naturalidad con que estos padres parecían sortear cada dificultad
según iba llegando, esto respondía al cómo.
Simplemente.
A través de esos niños surgía la oportunidad de alcanzar a ver un mundo mejor
por el que transitar con esperanza. 
Y ahí la residía la respuesta  del porqué.
su testigo ya no había sido pasado a ciegas

lunes, 10 de noviembre de 2014

Marga

En una clase de primaria todos los niños dibujan 
en el interior de un pequeño recuadro en blanco 
lo que se pide en la ficha. 
Bueno, todos menos Marga, que tacha concienzudamente el recuadro
con una cruz y una aspa -dejando claro que no piensa hacer la tarea.
Desafiante, se coloca luego en la fila junto a los que aguardan la corrección de sus tareas.
Cuando llega su turno, la maestra, lejos de regañarle, exclama:
-¡Bravo! Pero fijaos todos en lo que ha hecho Marga,
ha dividido el recuadro en ocho partes iguales para hacer un dibujo diferente en cada espacio.
Y Marga, perpleja por la desconcertante interpretación de su rebeldía, 
da media vuelta,
avanza triunfante hacia su mesa
y... comienza a dibujar...

sábado, 8 de noviembre de 2014

A paso ligero: una de viajeros

Desde la mesa de un departamento 
de atención al cliente de la RENFE*
asisto perpleja al ir y venir de viajeros
que asaltan al empleado que me atiende
mientras yo relleno en silencio la tediosa hoja de reclamaciones. 
Observo que todos padecen del mismo 
ataque de prisa 
y que -por defecto- quieren que se les "mire", "oiga" o "diga"... 

                                            ***
--Oiga, ¿podría llamar a mi esposa por megafonía? Es que la he extraviado.
*A ver,  ¿cómo es su esposa? 
--Pues va con dos maletas y dos bolsos.
*Ya, pero ¿qué lleva puesto?
--Un jersey a rayas grises y blancas
 
                                              ***
--Mire, que acabo de perder el tren de Alicante, dígame cuál el siguiente que sale.
*A ver, diríjase a la zona del Ave y mire el panel de salidas.

                                              ***
--Dígame dónde está la vía del tren que va a Huesca, ¡vamos! que sale en dos minutos
*Al fondo a mano derecha a la lanzadera del Ave.


                                               ***
-¿Oiga, puede decirme si mi billete tiene devolución por retraso?   
*Lo siento, se acaba de caer el sistema informático y ahora no se lo puedo mirar.


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*Red Nacional de Ferrocarriles Españoles.

viernes, 17 de octubre de 2014

Cambio de estación

Cuando San Miguel
emprende su marcha con paso lento
-dejando aún calientes pisadas-,

llega San Invierno a Madrid...
...pero aquí nunca se aclimata
cuartela del todo hasta
pasada la festividad de los Santos.
Y es con el cambio de hora
cuando definitivamente se acuartela.
Y cómo cuesta sacar entonces abrigos y botas,
mover el armario y vestir prendas
que otrora daba calor solo mirarlas...
Pues bien, cada uno va vistiendo estas ropas a demanda:
si llueve o bajan las temperaturas, no hay duda;
Estar más destemplado o a punto de resfriarse también ayuda.
Pero hay un lugar -el pueblo de mi abuela-,
donde rige una extraña máxima
para deslindar el entretiempo:
aunque se haya instalado el frío,
todas las mujeres aguardan pacientemente
a que sea otra la primera que rompa el hielo y se ponga el abrigo.
Solo así se atreven las demás
a ir luciendo los suyos
ante el respetable
sin el menor complejo.