Mención aparte merecen aquellos platos
que en sus lozanos cuerpos lucen alguna cicatriz.
Tengo en mente uno -precioso-
con el que extremé todas las precauciones
para que llegara sano y salvo a casa de un largo viaje; Pero en el
recibidor de la entrada solté la bolsa de mano donde venía
cuidadosamente envuelto -desde una distancia suficiente como para que el
hondo suspiro por haber llegado al hogar dulce hogar, fuera cortado en
seco por el estrépito de la rotura para dar paso a un sofocado alarido-.
Los japoneses llaman Kintsugi al arte de recomponer una pieza
rota a partir de los añicos, otorgando belleza a la costura que
los une.
En el caso del plato que nos ocupa se aprecia una levísima
línea de unión, cual lindo riachuelo discurriendo
libre por su cuerpo lozano.