viernes, 11 de diciembre de 2020

Por favor, no ensalada

         Nadie parece escuchar el mantra suspendido en el aire a las puertas del supermercado. Esa espesa consigna carente de sentido para los viandantes que pasan. De una boca marfil con voz resquebrajada -aún contundente y perceptible- brota desnuda la súplica: "tengo hambre para comida".

        Me detengo junto al umbral del establecimiento. Puedo ver cómo cae al suelo esa frase, cientos de ellas que van siendo pisadas sin más. Recojo una con sumo cuidado y me dirijo a su propietario, un subsahariano muy delgado que me contesta: "por favor, no ensalada". A la salida, los alimentos que le entrego son depositados cuidadosamente en el interior de una bolsa de plástico apoyada sobre un banco. No tardo en imaginar que servirá para alimentar a varios compatriotas hacinados en un piso patera, en el mejor de los casos.

        Rescato la impactante exposición de la Fundación Canal que permanece indeleble en mi memoria con las escalofriantes historias narradas en primera persona por supervivientes a travesías inimaginables, seres humanos con rostro, nombre y apellido que hablan de una existencia, tras llegar a Europa, plagada de desencanto, estafas, denuncias y miseria. De aquellos sueños, (derechos básicos tan lícitos como a los que podamos aspirar cualquiera), solo quedan mantras que denotan la necesidad perentoria más absoluta.


Por favor, no ensalada - CC by-nc-nd 4.0 - Mari Carmen Garcia Lopez