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martes, 30 de mayo de 2023

Vida en la galaxia

Gracias a la espeluznante y perforadora intensidad del  pitido emitido por los nuevos torniquetes de acceso al Metro de Madrid, 

-como los instalados en la estación de Sol*-

cualquier día de estos

hasta puede que nos respondan

desde el punto más alejado de la galaxia**.








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*Estación de Sol:  Gracias a una reclamación que interpuse en el servicio de atención al cliente de Metro hace unos meses, la intensidad del afilado pitido fue sustancialmente reducida.  

 **Nota de la autora:  juego con la idea ficticia de que el estridente pitido se propagaría hasta en el vacío del espacio, donde, realmente, es imposible  escuchar sonidos, dado que no existe el aire como vehículo transmisor. En palabras de José Vicente Díaz:  "Debido a que el sonido es solo aire vibrante, el espacio no tiene aire para vibrar y, por lo tanto, no tiene sonido. Si estamos sentado en una nave espacial y otra nave espacial explota, no escucharíamos nada". Op. cit. Universo blog  https://josevicentediaz.com/2020/12/30/se-puede-escuchar-el-sonido-en-el-espacio/

domingo, 3 de noviembre de 2019

Como para entonces: reflexión con un ojo puesto en el futuro

Con un ojo puesto en el futuro, auguro vagones diferenciados en el Metro de Madrid como respuesta a la falta de unos mínimos exigibles de civismo debido al uso indiscriminado de tecnología entre los viajeros:

"Como para entonces la convivencia en espacios públicos reducidos  habría vuelto inconjugables los casos cívico y tecnológico, las autoridades competentes habrían adoptado medidas drásticas alejadas de los típicos tópicos cartelitos poblados de muñequitos del país de barriguitas animando a ceder el sitio, a escuchar música con cascos, a no apostarse en las puertas, a no..., a no...,  a no...  

De tal modo que en un espacio tan reducido y superpoblado como el Metro de Madrid, los convoyes se dividirían en vagones cívicos y vagones tecnológicos, debidamente señalizados para permitir una clara disociación entre sí.

En los cívicos solo estaría permitido el uso de libros electrónicos (quien para entonces lea en papel, bravo por él), quedando terminantemente prohibido cualquier tipo de ruido o música dimanante de aparatos electrónicos de cualquier pelaje.

En los vagones tecnológicos, por el contrario, todo el mundo podría permanecer con los ojos pegados a sus pantallas de móvil sin necesidad de levantar la vista; Nadie tendría que interactuar con nadie y  ser molestado para ceder el sitio o apartarse de la puerta (lugar este de querencia por antonomasia para adeptos yonquis del móvil). Es más, todos podrían escuchar extasiados la horripilante música, las continuas flatulencias de whatsapp y los insufribles videos del resto, y todo ello sin el más leve pestañeo.
Por ende,  este sería también el vagón encargado de acoger en sus entrañas a quienes vayan provistos de gafas o cascos de realidad virtual (que es lo que realmente nos queda por ver)".


     


martes, 5 de junio de 2018

Azul

Una niña de apenas dos años,
de enrevesada melena rubia
con cascadas de rizos
en caida libre
por su frente,
observa entretenida
-desde el palco del carrito de bebé-
a la gente agolpada alrededor en el vagón de Metro.
Pronto centra su atención
en el aspecto de una joven a la que escudriña de arriba abajo.
A medida que sus claros ojillos
van recalando en el pelo, en la nariz o en el hombro de la joven,
en la blaquísima extensión de su pequeño rostro
tienen lugar rápidos y expresivos movimientos
que van  de la perplejidad al dolor,
hasta quedar un tanto presos del miedo.
Y es que la chica en cuestión
¡tenía el pelo azul, varios piercings en la nariz y una extraña mascota (rata de ojos rojos para más señas) caminando por su hombro!


Safe Creative #1806057307920

lunes, 6 de febrero de 2017

Declaración unilateral en pleno corazón de La Habana

Un potente altavoz
transporta los ritmos de la vieja trova cubana
a lo grande
por el peculiar escenario alargado
del vagón de Metro.
Pero pronto, con la llegada a una estación de transbordo clave,
la música va siendo contaminada
por el bullicio propio de los viajeros;
En concreto, una conversación destaca entre las demás
por su insólito discurso:
Un señor con un problema de cojera,
se dirije a la joven que, amablemente,
se ha levantado como un resorte para cederle el sitio.
Lo que comienza siendo un gentil agradecimiento,
se convierte en una inquietante declaración unilateral de amor
en toda regla hacia una joven tan abrumada
que no sabe donde meterse
al escuchar "eres un ángel" y "si no te veo, no vivo" y "si me muero, no te veo" y "si no te veo me muero" y "si me muero subo al cielo pero como Dios ha puesto a mi ángel en la tierra, ya no te veo" (y vuelta la burra al trigo del morir-no ver-morir).
Hasta el momento de apearse por fin en su estación, la joven ha estado haciendo caso omiso estoicamente, y sin moverse del sitio, de la ristra de extravagantes piropos.
Mientras, la música de la Habana continúa resonando aún un poco más,
disipando en el ambiente del vagón
la extraña sensación que ha quedado en los viajeros.


Safe Creative #1703060967663

jueves, 12 de mayo de 2016

Generosidad versus con tal de

Y cómo reclamar generosidad y solidaridad y humildad de unos políticos
que, lejos de mirar por el bien común,
se dedican a jugar a su particular juego de la silla en el Congreso,
si nosotros mismos
no somos capaces de comportarnos ni el Metro:
qué es eso de ceder el asiento,
basta con meter el codo y la pierna con tal de coger sitio y ponerse fijamente a mirar el móvil
para no dejar escapar una sola mirada alrededor
y entonces, el que haya personas de pie todo el trayecto que lo necesiten más, ya no supone un problema;
Como tampoco lo es "invitar" a los demás viajeros a escuchar horrendas melodías a todo volumen desde los móviles... 
Todo, con tal de ir por la vida 
como si siguiesen sentados  
en el sillón de casa.



 

miércoles, 27 de abril de 2016

Todo pasa por algo

Una mujer de mediana edad
hace una extraña guardia delante del único asiento libre
en un vagón de Metro repleto de gente
hasta la bandera
en plena hora punta.
La señora sostiene entre sus manos un libro titulado "Todo pasa por algo"
de cuyas páginas no aparta la vista ni un instante,
mientras silabea para sí frases con el mayor interés.
Tan absorta estaba, que no veía, a pesar de tenerla delante,

a la joven que acaba de entrar
cargada de bolsas y llevando con dificultad a su hijo
en el costado.
La azorada joven, se planta esperanzada frente a la ninguneadora
para preguntarle por tres veces si iba a sentarse, pero la susodicha
seguía a lo suyo, haciendo gala 
-cual soldado orgulloso
que mantiene imperturbable
su semblante ante las increpaciones del gentío-.
El resultado fueron cuarenta segundos de estupor generalizado en el vagón,
tras los cuales, los boquiabiertos viajeros de todas las nacionalidades, edades, sexos, y condición religiosa -que puede haber en el país del tamaño de un vagón de Metro-,
se levantaron como
centellas de sus asientos para cederle el sitio
a la joven, más perpleja aún si cabe ante el comportamiento de una congénere
que, por otra parte, 
si el lector -que no presenció la escena- se lo pregunta,
sí estaba en sus cabales.


martes, 2 de febrero de 2016

Paisajes esparcidos

 
Desde el asiento que ocupo en el vagón de Metro
sorprende ver a un puñado
de paisajes esparcidos
viajando de cualquier manera por los suelos.
Van en dirección contraria
al lugar donde fueron tomadas;
Me bajo en mi estación
y ellas continúan su extraño trayecto
lejos del objetivo que las captó;
Los ojos de los viajeros no dejan de pasar revista
a estas hojas arrancadas de la publicación
que las cobijó,
pero ellas siguen su particular rumbo
hacia un destino incierto.


martes, 26 de mayo de 2015

Incongruencias de ida y vuelta

En el viaje de ida al trabajo, una joven tardo-adolescente
sentada a mi lado en el vagón de Metro, piensa el alto:
-Echo de menos el instituto.
Pasan un par de largos minutos sin obtener la menor respuesta
de su novio, que va con ella, de pie, apoyado en una barra,
completamente enfrascado en el móvil. 
Y entonces ella vuelve a decir:
-¡Dios, cómo lo echo de menos! No es que no esté bien trabajar
y todo eso, pero...  ¿jo, por qué no me contestas?
Por fin, él replica sin apartar la vista de la pantalla desde la desidia
más absoluta: 
-Incongruente, es tan incongruente lo que dices, eso de que echas de menos
el instituto que vamos, ni te contesto.
Y él sigue ahí a lo suyo, tan cerca
pero tan lejos, en su abismo de incomprensión.
Y ella, ante la continua indiferencia,
deja de hablar y opta por sacar también su móvil y hace lo propio
en un deseo de compartir con él al menos su apatía.
En el viaje de regreso del trabajo:
¡Me los encuentro de vuelta en mi mismo vagón de Metro!
Exactamente igual que los había dejado a la ida:
Esta vez ella iba callada, con el bolso sobre su regazo y la mirada perdida
que parecía hablar sin parar hacia sus adentros.
Y él de pie, a su lado, apoyado de nuevo en la barra 
en eterno romance
con su teléfono móvil.  


martes, 24 de marzo de 2015

Sí, pero de manera responsable o nada

En un vagón de metro 
de la línea que lleva hasta Villaverde Alto,
un grupo de adolescentes, que viajan con una maestra,
gritan, se hacen bromas entre ellos...,
típico de la edad del pavo.
El grupo tiene como "mascota"
a un niño de pelo ensortijado, más bajito respecto a su edad,
pero muy avispado.
El chico pide permiso para sentarse en el regazo de una compañera
y, una vez concedido, comienza a captar la atención de
-de propios y extraños-
con un sinfín de ocurrencias y chistes.
-A ver, ¿qué le dice un jardinero a otro en el trabajo?... Pues, trabajemos mientras "podamos"
(y el niño guiña un ojo mientras mueve las manos con arte como si manejara unas tijeras de podar). Consciente de su éxito
el niño a la señora que tiene sentada justo enfrente y que no paraba de reír
con una insospechada pregunta:
-¿Verdad que soy encantador, señora? ¿A que usted me adoptaría?
-Sí claro, lo haría sin pensarlo - contesta la abrumada pasajera.
-No, sin pensarlo, no. Esto es una cosa muy seria y no se puede tomar a la ligera.
Tendría que hacerlo usted de manera responsable o nada.
La señora, estupefacta por la dosis de descaro,
se pone colorada y, con el nerviosismo propio de quien tiene la pelota en su tejado, contesta:
-Está bien, si pudiera, lo haría, claro que lo haría.


lunes, 2 de marzo de 2015

El sol naciente

En medio del vagón de la línea 6 de Metro
un indigente de mediana edad
-avejentado-
se expone a los viajeros.
Saca de su gabán una flauta escolar
y explica que pertenece a su hija Sara.

Entre dientes se lamenta de la flauta travesera
que tuvo que vender.

Sus negros dedos mugrientos
contrastan  con el marfil del instrumento
y le arrancan con firmeza una pieza:
El sol naciente.
Y lo hace con un sentimiento tal, que conmueve.

Abro mi monedero.
No pretendo saber la verdad,
no sé si luego lo gastará en droga o vino.

Entonces pido solo caridad para lo que veo
y fe para lo que no veo.
La limosna dada
ya no me pertenece,
que sea, pues gastada
en fines no calculados. 

viernes, 27 de febrero de 2015

El libro de soluciones

Es por la tarde. En un vagón de Metro que va al Centro de la ciudad
un padre de cincuenta y pocos años ataviado con traje viaja con su hija de uniforme escolar
de apenas nueve.
-Vamos a sacar las tarjetas con las preguntas (se trata de un juego de memory cards).
--Vale papá
-A ver, fíjate en esta durante un minuto.
--¡Ya!
-No, todavía no ha pasado el minuto.
--¿Ya?
-Ahora sí. Dime cuántos caramelos había en el dibujo
--Siete
-Muy bien, y ¿cuántos eran azules?
--Tres
-¿Y rosas?
--Dos
-¿Y amarillos?
--Uno
-¿Y verdes?
--También uno.
-Bien -dice el padre mientras mira con detenimiento la cajita que contiene las fichas-
Amalia y ¿dónde está el libro de soluciones? Aquí pone que viene uno.
--No sé. Lo habré dejado en casa.
-¿En qué casa porras?
--En la tuya papá.  
 

jueves, 3 de enero de 2013

El día del fin del mundo

21/12/2012. Día del fin del mundo. Huelga en el suburbano, hora punta.
Con el 32% de los servicios mínimos.
No cabe un alfiler en el vagón, solo algo de humor
y de cualquier clase:
refinado, irónico, malo...

"-Bueno, la ventaja es que podremos ir de pie todo el trayecto sin necesidad de sujetarnos, como tengo que hacer una llamada..."
"-Pero, ¿cómo va usted a llamar?, me digo, si ni tan si quiera va a poder sacar el teléfono, si estamos completamente inmovilizados de lo apretados que vamos..."
"-Pues si ahora se acabara el mundo, ¡al menos nos iríamos todos juntos al otro barrio!"
"-¡Menudo calor, esto es una auténtica sauna! [a ver si adelgazo algo]""
"-¡Lo que faltaba! ¡Además de soportar recortes y subidas de precios: toma huelga!.."