miércoles, 28 de julio de 2021

¿Plato hondo o llano? (Serie platos)

"¿Plato hondo o llano?" —(me) sigo preguntando indefectiblemente aún hoy, a menos que quede meridianamente claro que habrá potaje o sopa.
 

Esta frase ha resonado alto y claro toda la vida en casa de mis padres de boca del encargado de turno que ponía la mesa mientras se dirigía al armario escurreplatos. Una vez allí se plantaba delante, lo abría, y esperaba sin osar poner las manos en ellos mientras no escuchara una respuesta que despejara la disyuntiva.  
 

Y es que, poner el plato adecuado no era una cuestión menor. 

Al contrario que hoy, donde un plato hondo puede hacerse el sueco* y pasar por uno llano sin levantar demasiadas sospechas, en aquél entonces los platos hondos de nuestra vajilla eran muuuuy hondos y los llanos demasiado planos, así que no había término medio.

 


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*Nótese aquí la ambigüedad del término sueco, por un lado, sería, sensu stricto, hacerse el tonto como denota la expresión hacerse el sueco https://www.muyinteresante.es/cultura/arte-cultura/articulo/icual-es-el-origen-de-la-expresion-hacerse-el-sueco, y, por otro, sueco entendido como gentilicio metonímico, en alusión a Ikea.  



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viernes, 26 de marzo de 2021

"Entre todos la mataron..."

    Hace unas semanas leí en una escueta nota de prensa que una emblemática tienda de fiambre y cafetería, echaba el cierre en Madrid tras cincuenta años de historia. 

   Pensando en que podía tratarse de un bulo llamé por teléfono al establecimiento y cuando conseguí hablar con alguien, me estremecí ante los reproches que lanzaba sobre mí una enojada dependienta. Me echaba en cara que si cada persona que llamaba ahora para lamentar que cerraran hubiera ido a comprar en su momento, no habrían llegado a esa situación. Antes de que me colgara precipitadamente, apenas pude argumentar que  era una de mis tiendas favoritas cuando vivía en aquél barrio. 

   Me impresiona hondamente que negocios de proximidad con tanta solera se vean abocados al cierre. Resisten, en una suerte de trinchera burbuja, hasta que se precipita su caída, como le ocurrió en 2018 a La Madrileña, emblemática tienda de salchichas y embutidos alemanes fundada en 1909, convertida de la noche a la mañana en una cafetería. 

  Durante los años que viví en el centro de Madrid, pude disfrutar de referentes comerciales únicos, como la tienda del corcho, hoy devenida, al igual que otras muchas, en tienda de souvenirs (curiosamente también estas hoy, quién lo iba a decir, al borde de la clausura). 

   Condicionantes pandémicos indiscutibles como la ausencia de transeúntes, el cierre de bares de la zona, el teletrabajo de oficinistas y funcionarios junto con el auge exponencial de los pedidos a domicilio, han contribuído a que establecimientos como FERPAL tengan que cerrar. 

    Pero que hay de aquellos factores prepandémicos, endémicos diría yo, fraguados años antes, que marcaron la senda de la transformación imparable del centro de Madrid en una gran atracción de feria, plagada de escaparates con souvenirs y locales de hostelería*. En ese devenir no se contó con unos  hostigados vecinos que asistían a la sustitución, una por una, de sus tiendas de siempre por otras supérfluas, viéndose impelidos en definitiva a comprar, hasta lo más básico, en un único sitio, el supermercado de unos grandes almacenes de la zona. El cambio de gustos y de tendencia a comprar todo en un mismo lugar, estaba servido: La puntilla que acabaría de rematar a establecimientos como FERPAL.

     Retomando lo que quise haber terminado de contarle a la ofuscada dependienta antes de que me colgara el teléfono, es que, de haber podido seguir viviendo en el centro, habría seguido comprando en Ferpal, y en tantos otros pequeños negocios que se fueron al traste. De no haber sido porque una desmesurada subida en el precio del alquiler, me invitó a marcharme de la noche a la mañana. Y mucho me temo que mi caso no fue el único: el tejido residencial del centro, en su mayoría ficticio y estacional, dejaba al descubierto que un debilitado y mermado vecindario autóctono no podía reflotar en solitario este tipo de establecimientos.  

    Pegada sobre el escaparate de FERPAL, ya sin vida, hay una nota manuscrita de un vecino mayor del barrio y asiduo cliente, lamentándose del cierre y dejando patente que echará de menos acudir cada día a su tienda de toda la vida, de la que difícilmente se podrá olvidar.


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*No es mi intención entrar a juzgar aquí el delicado asunto de lo que deben  vender o en loque deben reconvertirse los pequeños negocios para intentar salir adelante. Recomiendo el artículo https://www.eldiario.es/madrid/somos/noticias/cierre-ferpal-desaparicion-tiendas-barrio-corazon-madrid_1_7224011.html




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lunes, 8 de marzo de 2021

Un soplo de aire fresco (con audio de regalo). Serie mujeres.

Con decisión y entusiasmo Faustina sale cada tarde con ayuda de su garrota para recorrer la distancia que separa su casa, de la coqueta y animada tienda de moda que visita a diario.

Enfundada en su primorosa y larguísima bata de estar por casa, color rosa palo, hace su entrada sin complejos en el comercio entonando alguna antigua coplilla. Enseguida, como cada vez que hace acto de presencia, su alegría insufla un soplo de aire fresco en las dependientas cansadas de tanto doblar y colocar ropa, que reviven agradecidas colmándola de piropos por ello.

Aunque en realidad no tenga en mente adquirir prenda alguna, Faustina pregunta si hay algo que pudiera sentarle bien, mientras deambula por el establecimiento cantando: "No te cases con pastores, ni tampoco con cabreros, que el dinero se lo gastan en collares y cencerros". Y se detiene a charlar animadamente aquí y allá con clientas y empleadas, brotando sonrisas de cada mascarilla, tal es el afecto repentino y sincero que despierta la nonagenaria. Porque las canciones, son solo el aderezo de las coloridas pinceladas que ofrece sobre su dilatada vida. Hablan sobre todo del amor, como el que le profesó a su difunto marido, un apuesto herrador de mulas, "con más porte que un gobernador", a quien dijo sí, tras rechazar a todos los trabajadores del campo que la cortejaban, porque a ella ese quehacer no le gustaba nada, le parecía muy esclavo.   

Rebasados los noventa años de edad, Faustina vive sola aún en un edificio de dos plantas -también centenario- con un señor muy mayor como único vecino en el piso de arriba. Por eso ella sale cada tarde a ver gente a la que hablar y cantar. Y, al cabo de un rato, regresa a casa con las piernas más ligeras y cargada de afecto a contarle a su soledad lo que ha vivido, bajo la atenta mirada de los mudos recuerdos que pueblan su cuarto de estar.

 

   

miércoles, 10 de febrero de 2021

Reflexiones: sobre pensamiento crítico y rebaño

Me temo que el pensamiento crítico, digno heredero de aquella bendita intuición ancestral, siga los pasos de instintos buques insignia para la supervivencia humana-, como el olfato, la vista y el oído, agudos y fieles servidores, otrora, hoy desaparecidos entre perfumes, pantallas y auriculares. 

Esta suerte de intuición ha sido suplantada por insaciables estómagos visuales y auditivos que devoran contenidos sin preguntarse por los ingredientes que llevan dentro.

Aparte de una lenta pero segura merma de vista y oído, la pérdida de perspectiva se abre paso hacia la radicalización del pensamiento, donde solo un criterio recibe refuerzo en una misma dirección. No tienen cabida ni otras valoraciones dinámicas o contrapuestas, ni los coloridos matices -preciados ropajes- que caracterizan al discernimento. 

Y el déficit de cuestionamiento en esta dieta voraz conduce a un adormecimiento mental. Hemos dejado de estar expuestos a peligros terribles de los que debamos ser alertados, de modo que nuesta intuición no nos tiene que salvar de nada hoy día. ¿O tal vez sí? El caso es que, al siendo relegada de sus funciones, nos conducimos como una suerte de rebaño.

Y lo peor que le puede pasar al rebaño -en general y en tiempos de pandemia en particular- es sentirse inmortal porque entonces se saltará todo a la torera en el convencimiento de que el prado, esto es, la vía pública, el bosque, el mar...,  es de todos y están ahí para que cada uno pueda dedicarse a hacer lo que quiera con su parte (ya sea arrancar, pisotear, contaminar, quemar,...). 

Aplíquese esta reflexión a situaciones incívicas que carecen de explicación a gran escala y a lo mejor van cuadrando algunos datos.

 

 


 Interesante post de Juan Viale Rigo acerca de este tema: Las redes sociales y la extinción del pensamiento crítico. Juan Viale Rigo es columnista y escritor venezolano https://panampost.com/editor/2019/09/03/las-redes-sociales-y-la-extincion-del-pensamiento-critico/

lunes, 18 de enero de 2021

jueves, 7 de enero de 2021

Por los cuatro costados

De entre la hilera de tenderetes que componen el Rastro*, un llamativo puesto acapara mi atención de entre el resto por estar a la altura de la mejores tiendas de museos de arte.

Y es que las obras cumbre de los grandes de la pintura ocupan cada centímetro del apretado espacio, trocados los lienzos ora en pañoletas, carteras o mascarillas, ora en cojines y bolsos. 

A años luz de sus vociferantes vecinos este puesto lo regenta Celi, una mujer de etnia gitana, recién entrada en la cincuentena, de rostro afable y actitud calmada que siente verdadera pasión por su trabajo.  Ella decidió diversificarse hace muchísimos años, apostó por lo que le gustaba y acertó. «Me siento entre mis Van Gogh, Dalí, Monet como pez en el agua». Y domina su oficio porque posee un conocimiento exhaustivo de todos los autores y obras presentes en cada uno de los objetos que vende.

Ahora, con la pandemia, sus ventas han mermado, ¡qué lejos quedan aquellos días en que los turistas se llevaban sus productos a puñados! «Ellos sí que saben apreciar el arte», -enfatiza.

Aún con todo, gracias a una antigua licencia en vigor, ha podido subsistir exponiendo en la Ventilla, en el segundo mercadillo de mayor relevancia de Madrid, durante el  tiempo en que el habitual y más importante, el de Cascorro**, estuvo cerrado. Ella también está presente en el mercadillo de Arturo Soria, donde refiere tener a sus mejores y más selectas clientas, muy interesadas por la cultura, que la esperan impacientes cada jueves.

Su madre, una anciana de luto*** ataviada con el característico pañuelo negro atado al cuello, la acompaña siempre, y, de cuando en cuando le pide que le diga la autoría de tal cual obra para poder decírselo a su vez a los transeúntes que lo preguntan y ella responde con desparpajo, sin dudar un instante, con el título de la obra y el autor

 

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 *Rastro de la Ventilla: https://www.facebook.com/pages/Mercadillo-de-Plaza-de-Castilla/176423299051695 

 **Rastro de Cascorro. https://www.disfrutamadrid.com/el-rastro

***Luto: "Algunas mujeres se ponen un pañuelo negro en la cabeza y otras en el cuello. Los hombres solo se lo ponen en el cuello. Otras cosas que (...) no hacemos, es no ver la tele, no se puede comer carne, no puedes beber alcohol, no puedes escuchar música ni nada que tenga que ver con la tele, (...), no puedes comer vinagre, no puedes fumar, )no puedes hacer nada que tenga que ver con la diversión, porque es símbolo de respeto)". Op. cit.: Blog de cultura gitana. Gitanos con futuro. vid.. enlace https://www.laopiniondemurcia.es/blogs/cultura-gitana/el-luto.html


 




viernes, 11 de diciembre de 2020

Por favor, no ensalada

         Nadie parece escuchar el mantra suspendido en el aire a las puertas del supermercado. Esa espesa consigna carente de sentido para los viandantes que pasan. De una boca marfil con voz resquebrajada -aún contundente y perceptible- brota desnuda la súplica: "tengo hambre para comida".

        Me detengo junto al umbral del establecimiento. Puedo ver cómo cae al suelo esa frase, cientos de ellas que van siendo pisadas sin más. Recojo una con sumo cuidado y me dirijo a su propietario, un subsahariano muy delgado que me contesta: "por favor, no ensalada". A la salida, los alimentos que le entrego son depositados cuidadosamente en el interior de una bolsa de plástico apoyada sobre un banco. No tardo en imaginar que servirá para alimentar a varios compatriotas hacinados en un piso patera, en el mejor de los casos.

        Rescato la impactante exposición de la Fundación Canal que permanece indeleble en mi memoria con las escalofriantes historias narradas en primera persona por supervivientes a travesías inimaginables, seres humanos con rostro, nombre y apellido que hablan de una existencia, tras llegar a Europa, plagada de desencanto, estafas, denuncias y miseria. De aquellos sueños, (derechos básicos tan lícitos como a los que podamos aspirar cualquiera), solo quedan mantras que denotan la necesidad perentoria más absoluta.


Por favor, no ensalada - CC by-nc-nd 4.0 - Mari Carmen Garcia Lopez