jueves, 7 de agosto de 2025

In memoriam. Maria Emilia Martínez Fresneda.

Buscando en Internet alguna información sobre mi antigua profesora de Griego, María Emilia Martínez Fresneda*, recibí un mazazo en forma de "in memoriam" escrito por su amiga y colega, Pilar Jiménez Gazapo (también profesora mía de Latín en aquellos años de instituto).

Lamento si "Carmencita" (como cariñosamente se dirigía a mí) no ha sido para ella a lo largo del tiempo uno de sus alumnos "memoriosos" a que hacía mención Pilar en el panegírico** (cuya lectura recomiendo).

De treinta y nueve alumnos que componían aquél curso de segundo de B.U.P.**, en la clase optativa de griego pasábamos a ser solo cinco, y todo chicas. 

Es decir, aunque en la práctica fueran auténticas y fascinantes clases particulares, ninguna de nosotras, llevábamos especialmente bien, con quince años, el hecho de no poder pasar desapercibidas ni un solo minuto y tener que participar en clase todo el rato. Y, para más inri, todas estábamos sentadas frente a María Emilia en una única y primerísima fila.  

Recuerdo con especial cariño la pulcritud y la pasión que ponía cuando nos enseñaba.

De hecho, a través de sus clases, nos hizo entrega a cada una de una lupa invisible, que atesoraríamos de por vida, con la que desentrañar la etimología de cualquier vocablo grecolatino y extraer su significado último. Palabras como Dorotea (regalo de Dios),  semáforo (el que lleva la señal), propina (para beber), hipopótamo (caballo de río) y un larguísimo etcétera. Tampoco se nos resistían ya (lupa en mano) las "alfa privativas" presentes, por ejemplo, en Atanasia (la inmortal), amazona (sin pecho), agonía (sin lucha).

Y luego hay anécdotas como la frase aquella inolvidable que nos mandó traducir (sobre Temístocles):  "ὁ δἡμοσ ανο καθετο", cuya lectura en griego no dejó indiferente a nadie ese día  [jo demos ano kaceto], aunque su traducción desactivaba de inmediato cualquier bomba, pues no significaba otra cosa que "el pueblo estaba sentado arriba".

Me enorgullece pensar que buena parte de lo que soy se lo debo a Maria Emilia: mi pasión por los idiomas y la traducción, la etimología, los grandes clásicos, la interculturalidad, los viajes... Por eso siempre la recordaré con un cariño especial. 

Ella, entre los mejores profesores de aquella célebre generación de docentes, punta de lanza, allá por los 80 que comenzaran su andadura en un centro recién inaugurado (el Príncipe Felipe). Enseñantes muy preparados y con una vocación enorme. Para muestra otro preciado botón, el inconmensurable Ángel Sánchez Gijón, (el padre de Aitana), profesor mío de historia durante aquellos años de instituto, ya  desgraciadamente, también fallecido.  

La suerte de halo intemporal que envuelve a estos profesores hace imposible que el negro abismo de la muerte pueda llegar a borrar ni un ápice de aquél entusiasmo certero que nos inyectaron en vena, pues iba más allá de una mera transmisión de conocimientos. 

Gracias María Emilia

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* Mención a María Emilia en la página web de la Sociedad española de estudios clásicos SEEC  https://www.estudiosclasicos.org/seec/fallecimiento-de-maria-emilia-martinez-fresneda/

** In memoriam  https://www.estudiosclasicos.org/wp-content/uploads/IN-MEMORIAM-M.E.MF4-04-2020.pdf    

***B.U.P.: Bachillerato Unificado Polivalente, sistema educativo instaurado en 1970 y puesto en marcha en 1975 junto con la E.G.B.(Educación General Básica), ambos quedaron definitivamente extinguidos en el curso académico 1999-2000 y 1996-97, respectivamente.

sábado, 2 de agosto de 2025

Aromas ancla. Primera infancia. Pino piñonero parte segunda


En mi primera infancia en el colegio me recuerdo siempre sentada de medio lado* en la silla de clase.

El motivo de tener siempre un pie apoyado en el suelo no era otro que disponer de la ventaja suficiente para salir disparada en cuanto sonara el timbre del recreo hacía uno de los alargados pasillos del gigantesco edificio de la escuela que desembocaba en el patio.

El recinto del patio no era un espacio cualquiera, así que, plantarse allí lo antes posible suponía ocupar a solas el mejor sitio** hasta que llegaba el resto de niños.  

Durante esa media hora que duraba el recreo me sentía presa de una libertad de movimientos sin igual. 

Saltaba y corría por un paraje plagado de pinos, cuyo inconfundible aroma iba pasando, sin más, junto con el de la tierra removida, por mis pulmones. 

Esas notas perfumadas llegaron hasta las puertas del albergue de mi cerebro donde les buscó alojamiento el mismísimo e ilustre grabador de aromas y emociones.  



  

 

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*Mi madre constata que la obsesión que tenía por sentarme siempre de lado, no solo en la escuela, respondía a la necesidad inherente de estar lo más cerca posible del suelo para echar a correr en cualquier  momento. 

** El mejor sitio era sin duda el mapa de la Península Ibérica en relieve. (Detalle de la maqueta del relieve de la Península Ibérica situada justamente detrás del antiguo pabellón de vestuarios del antiguo Colegio Andrés Manjón).

(Foto: F. Lorca, 2010)

viernes, 7 de marzo de 2025

Radiografía de la compra de un Donut. Retransmitiendo desde la infancia.

 

Cuando me compraban un donut, disfrutaba de la ocasión especial  de 

principio a fin.

No se trataba solo de conseguirlo y ya. 

Nada de eso.

Probablemente, salir triunfante donut en mano, comparado con el resto de 

micro experiencias,  que me llevaría puestas, era lo menos importante. 

Y es que el hecho mismo de traspasar el umbral de la panadería  como 

protagonista sin abandonar mi papel de tenaz observadora 

esta vez desde la perspectiva interior,

ya era fascinante.

Formar parte de una cola, 

seguir las idas y venidas del dependiente...

Y, cuando llegaba mi turno, aunque todo el proceso se desarrollaba en segundos,

mi mente lo registraba todo a cámara lenta:

las bonitas pinzas de acero inoxidable con forma de flor en cada extremo

cobraban protagonismo al sobrevolar la bandeja y escoger un donut 

para depositarlo en el mostrador donde le aguardaba un tosco pliego de papel

marrón.

En el breve lapso que el dulce permanecía a la vista antes de ser envuelto,

mi cabecita ya había mapeado la orografía del que iba ser mi

donut hasta el más mínimo detalle:

un delicioso país redondo 

con una superficie plagada de lascas de azúcar glaseada aquí y allá.

Y el colofón final era el espectacular ritual de empaquetado:

una vez que el donut ocupaba el centro del papel

el dependiente hacía coincidir en dos picos los cuatro extremos de ambos lados en 

horizontal

y, seguidamente, con los dedos índice y pulgar de cada mano daba dos o tres 

rápidos giros de 360 grados con el donut dentro hasta que los dos filos del papel 

quedaban retorcidos.

De este modo el delicado dulce permanecía completamente resguardado  

en su interior.  

Y entonces el donut ya estaba listo para llevar (a cambio de 5 pesetas), y con él todas

esas sensaciones mucho más valiosas que 

atesoro intactas.

 

viernes, 28 de febrero de 2025

Donuts versus manzanas, primera Parte. Retransmitiendo desde la infancia

Con el tiempo he sabido comprender 

de dónde viene 

esa capacidad que tengo para detenerme ante las vitrinas de una pastelería 

simplemente para deleitarme

con todo lo que veo, sin necesidad de entrar a comprar nada.

Cuando era muy pequeña

pasaba cada mañana con mi madre y mis dos hermanos

por una panadería que había camino del colegio.

Yo siempre me adelantaba, era lo más

poder disponer de unos instantes extra 

para contemplar aquellos apetecibles 

donuts* recién colocados en el escaparate, antes de que mi madre me alcanzase

y me cogiera de la mano para volver a explicarme que ya teníamos las manzanas para el recreo

y que no era posible gastar cada día 15 pesetas** en tres donuts. 

A pesar de esto, no quedaba hueco alguno en mí para la frustración,  porque,

la sensación de haberlos contemplado hasta el detalle 

y de imaginarme a mí misma paladeando cada bocado, era tan real y agradable, 

que me llenaba tanto como si, verdaderamente, me los hubiera comido.  


  

*Donuts. Hace más de 60 años que este simple y novedoso dulce había pasado a ser muy popular en España. Era uno de los bollos estrella que no podía faltar en las panaderías. Bayonesas, pepitos y palmeras, eran sus compañeros de escaparate.  

**De pequeña me gustaba quedarme con el precio de las cosas. El de los donuts lo recuerdo como si fuera ayer: cinco pesetas costaba un donut de azúcar y ocho pesetas uno con cobertura de chocolate.

martes, 25 de febrero de 2025

Foto fija del momento de entrada al colegio (Serie: retransmitiendo desde la infancia)

 Foto fija del momento de entrada al colegio

 

Al edificio se accedía por dos imponentes puertas en forma de arco,  

sobre cada una de las cuales había dos enormes carteles 

 "NIÑAS"  (rezaba el de la izquierda) y "NIÑOS" (el de la derecha), 

por este motivo se formaban  dos filas diferenciadas para entrar.

 

Era el momento en el que yo** debía soltar automáticamente la mano de

mi primo  Andresito***

para que cada uno atravesara su puerta correspondiente, aunque  

en seguida nos volvíamos a reunir en el interior

para dirigirnos apresuradamente a la misma clase. 

En más de una ocasión fui reprendida por atravesar, tan campante, la

puerta destinada a mi primo. 



* Antiguo Colegio Andrés Manjón, hoy Giner de los Ríos, sede de la UNED, (la biblioteca sigue llamándose Andrés Manjón).

https://www.rtve.es/play/videos/uned/uned-luz-dura-sin-compasion-movimiento-fotografia-obrera-1926-39-ii-080711/1148507/ 

**   Mi "yo" a los cinco años de edad. 

*** Solíamos llegar juntos cuando confluían nuestros pasos en un cruce cercano al colegio.