viernes, 28 de febrero de 2025

Donuts versus manzanas, primera Parte. Retransmitiendo desde la infancia

Con el tiempo he sabido comprender 

de dónde viene 

esa capacidad que tengo para detenerme ante las vitrinas de una pastelería 

simplemente para deleitarme

con todo lo que veo, sin necesidad de entrar a comprar nada.

Cuando era muy pequeña

pasaba cada mañana con mi madre y mis dos hermanos

por una panadería que había camino del colegio.

Yo siempre me adelantaba, era lo más

poder disponer de unos instantes extra 

para contemplar aquellos apetecibles 

donuts* recién colocados en el escaparate, antes de que mi madre me alcanzase

y me cogiera de la mano para volver a explicarme que ya teníamos las manzanas para el recreo

y que no era posible gastar cada día 15 pesetas** en tres donuts de azúcar, ni mucho menos 24 pesetas en

tres donuts cubiertos de chocolate.

A pesar de esto, no quedaba hueco alguno en mí para la frustración,  porque,

la sensación de haberlos contemplado hasta el detalle 

y de imaginarme a mí misma paladeando cada bocado, era tan real y agradable, 

que me llenaba tanto como si, verdaderamente, me los hubiera comido.  


  

*Donuts. Hace más de 60 años que este simple y novedoso dulce había pasado a ser muy popular en España. Era uno de los bollos estrella que no podía faltar en las panaderías. Bayonesas, pepitos y palmeras, eran los compañeros de escaparate de los donuts.  

**De pequeña me gustaba quedarme con el precio de las cosas. El de los donuts lo recuerdo como si fuera ayer: 5 pesetas costaba un donut de azúcar y 8 uno con cobertura de chocolate.

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