martes, 9 de mayo de 2023

miércoles, 15 de febrero de 2023

Missing Johnny

Un original vestido azul con un llamativo estampado de mariquitas me saluda desde el perchero que ocupa en una tienda de ropa de segunda mano. Me aproximo para verlo de cerca y, al tacto, compruebo que es una verdadera joya en algodón 100%, estilo años 20.

Mas, cuando mis ojos se posan en la etiqueta, me da un vuelco el corazón: la marca es Missing Johnny (echando de menos a Johnny). De pronto me retrotraigo 30 años atrás y mi memoria proyecta el rostro de Johnny, aquél chico medio americano del piso de abajo, a quien yo siempre le había gustado en secreto. Viajaba con su familia por todo el mundo siguiendo los destinos que le daban a su padre. Cuando pasaba temporadas en España, casi siempre coincidiendo con su cumpleaños, sus padres le organizaban en casa una fiesta memorable. La tarta estaba decorada con infinidad de perlas plateadas comestibles y otros originalísimos toppings, imposibles de ver en nuestro país por aquél entonces. 

Con 21 años murió en el acto tras recibir un tiro a bocajarro en un país asiático en la emboscada que sufrió el grupo de jóvenes con el que salía. Se colocó, sin pensárselo dos veces, delante de una amiga para salvarle la vida.

Su recuerdo se mantendrá indeleble en mi memoria.


 

 



 





miércoles, 28 de diciembre de 2022

Pasarse de la Raya

Me fascina pasarme de la Raya.

Que tan solo a unos pasos allende nuestra tierra,  

se respire otra calma, se vea otro sol,

se disipen otras nubes.

Que nos desarme de rutinas

 la plácida quietud

del recién estrenado y simple paisaje

verde

de pastos y ovejas.

Y, traspasar esa Línea, 

conlleva una valiosa y temporal recompensa,

nada más cruzarla, regalan 

sesenta minutos de oro

que habrá que entregar

contantes y sonantes

de vuelta

en la frontera.


 

martes, 31 de mayo de 2022

En clave de tiempo o los años personificados

Al cruzar una emblemática plaza madrileña me detuve junto a un puñado de curiosos que se agolpaban esperando ver a Tom Cruise en lo que parecía ser la presentación en España de su última película.

No entiendo mucho estas parafernalias de alfombra roja, pero todo apuntaba a que el consagrado astro de Hollywood iba a hacer acto de presencia en cualquier momento: una apabullante puesta en escena con pantallas gigantes y altavoces ensordecedores que repetían hasta el infinto cuatro fotogramas de la película y el mismo corte de la banda sonora, los paseíllos de fotógrafos acreditados y las estudiadas poses de unos maestros de ceremonias con gafas oscuras portando carpetas y dando instrucciones metidísmimos en su papel de...,  youtubers y bloggers -más famosos entre la juventud que el propio Cruise- autorretransmitiendo para sus canales, unos actores disfrazados de pilotos que subían y bajaban del escenario sin parar ...

La expectación era máxima, en medio de un calor sofocante:

"Al mediodía" un nutrido grupo de personas de mediana edad (de la edad media, como suelo decir,  próxima a la mía), todos, teléfono móvil en ristre.

"A la 1 en punto" tres jóvenes asáticos vistiendo a la moda -de los pies a la mascarilla- de forma estridentemente cuidada. 

"A las 3 " varios turistas franceses -pieles rojas- de tez blanquísima.

"A las 8"  tres pakistaníes hieráticos con gesto ligeramente expectante.  

 "A las 9" una chica de rostro aniñado, nacida en 1999, que me confesó no haber oído hablar de Top Gun en su vida y a quien apenas le sonaba de algo Tom Cruise.

¡Madre mía! -pensé- ¡es del 99!, me he topado con alguien que tiene los mismos años que hace que me casé. 

En cuanto empezaron a retransmitir la gala dejé de abrazar la idea de que Tom Cruise iba a aparecer y me marché.     


viernes, 22 de abril de 2022

Mucha suerte con tu suerte

Una viandante de edad próxima a la mía y aspecto desenfadado a la que acabo de conocer hacía semáforo y medio,  me desea: "Mucha suerte con tu suerte", tras ver dos minúsculos puntitos blancos de excremento de paloma sobreimpresos en una de mis botas negras de lona

Ella se ha librado por medio milímetro de ser bautizada a lo grande y, hablando de si, en realidad, el haberse zafado de aquella caca era o no señal de buena fortuna, me explica su mala buena suerte de aquella tarde: "he rechazado un trabajo porque ni las condiciones ni el horario eran muy aceptables; No sé, a lo mejor he hecho mal, pero es que si acepto algo así, ¿cómo voy a lograr atraer hacia a mí cosas realmente buenas?"

Feliz noche de los libros

 

 


martes, 7 de diciembre de 2021

Hombre de paz. In memóriam.

Mi padre ha sido un hombre de paz. Todo generosidad y bondad.

    Evitó por encima de todo causar y mucho menos empeorar aquellos conflictos que se cernían a su alrededor. Aunque, quizá, de haber dado alguna voz o un puñetazo en la mesa en los momentos en que se cometieron contra él crueles injusticias, le habría servido para ahorrarse alguno de los graves infartos que sufrió a lo largo de su vida. Y quién sabe si aquel guardárselo todo, no fuera asimismo el germen del Parkinson que ha acabado con su vida, detectado por mi madre en los albores de la enfermedad. Ella supo que algo no iba bien al sentir una especie de corriente interna cada vez que se cogían de la mano, como siempre. El especialista confirmó lo que había detrás de aquel temblor.   

    Comenzó a trabajar de botones con tan solo 14 años en la sucursal de Banesto de Jódar, localidad a donde se desplazó de niño con su familia desde La Puerta (su amada Puerta de Segura natal), a la que siempre llevó con orgulloso en el corazón, pues nunca dejó de sentirse serrano.

    Aprendió a escribir a máquina, a la velocidad del rayo, en una academia situada unas casas más arriba de la suya. Gracias a su tesón, fue ascendiendo rápidamente hasta convertirse en empleado de banca, tras superar un complicado examen sobre un temario de contabilidad del que solía, hasta hace poco, recitarnos párrafos enteros de memoria. Le encantaba el trato con el público.

    Tras hacer la mili en Ceuta fue trasladado a Madrid, donde formó parte de aquella generación punta de lanza llegada de todas partes, que contribuyó con su saber hacer a engrandecer el prestigio de Banesto, por aquel entonces una entidad pujante y altamente valorada.

    Mi padre conoció todos los sistemas y departamentos, desde Operativa Básica, con aquellas gigantescas computadoras que hacían un ruido terrible, pasando por la Central de Descuento, hasta  Servicios Centrales en la calle Mesena y en Fuencarral (edificio Gerstenmayer). 

    Tuvo la enorme suerte de trabajar la mayor parte de su vida en los años de esplendor del Banco: existían los economatos, como Coeba*, los paquetes de verano de hasta un mes entero con todo incluido a precios más que razonables, los vales de banca, las colonias de verano, las inigualables cestas de Navidad, la asistencia gratuita a espectáculos, acceso al club Banesto y a seguro médico gratuito. Todo aquello  fue tocando a su fin y tras treinta y siete años de servicio, mi padre asistió a la entrada en declive del banco (Mario Conde se encargó bien de ello). Los de RRHH, decidieron hacerle la vida imposible, mandándole de sucursal en sucursal, cada semana a una diferente, para que aceptara prejubilarse bajo unas condiciones miserables. Lo que no sabían era que mi padre estaba encantado de volver a sus inicios y el trato con el público no supuso en absoluto ningún problema para él. Al final llegó a los cuarenta años de servicio y pudo jubilarse, por edad, como correspondía.

     Él nos hablaba del pool bancario que se hacía cuando había que reportar o cuadrar algo. Y recordaba al dedillo los códigos de las operaciones, sumaba cifras de vértigo y sabía a qué provincia pertenecían las poblaciones más insignificiantes. Disfrutaba con su trabajo pero jamás hizo horas extras, porque para él no tenía precio pasar todo el tiempo posible con su familia y disfrutar cada momento. Odiaba la hipocresía de aquellos compañeros que no hacían nada durante la jornada y que luego se quedaban a "echar horas".  

    Mi padre murió como vivió, en paz, en su casa, como él quería, acompañado de todos nosotros. Estoy inmensamente agradecida y así se lo hice saber por todo el amor que nos ha regalado y por todas las enseñanzas y lecciones de vida tan valiosas y preciadas, incluso a  la hora de su muerte.  

 

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*Coeba. Cooperativa de empleados de Banca (véase nota al pie de la entrada "La del abrigo blanco").

 

 

miércoles, 10 de noviembre de 2021

Honolulú (in memóriam)

—Por favor, envuélvame para regalo todas las sandalias que se haya probado la señora que acaba de salir —dijo mi padre en voz baja al dependiente de la boutique del hotel, tras salir de la columna que le había servido de escondite, mientras miraba con recelo, por si acaso, para todos lados.

—Pero señor, ¿No quiere saber antes los precios de los ocho pares?

—Da igual lo que cuesten; me los llevo todos.

—Verá..., es que hay uno que le quedaba un poco grande, —replicó el vendedor.

—Pues ese también. Quiero sorprender a mi esposa.

Mientras empaquetaba las delicadas sandalias, de color oro en su mayoría, el atónito dependiente relató a mi padre el sinfín de pegas que acostumbraba a escuchabar de boca de los maridos con el objeto de disuadir a sus mujeres a la hora de la compra: "que si ya tienes unos zapatos como estos, que si son muy caros, que si luego no te los pones, que si no te cabrán en la maleta, ..."

Mi padre pagó encantado aquella cuenta. Esa escapada era su Honolulú particular: destino al que viajaría con mi madre como le prometió cuando se recuperara del infarto* sufrido tiempo atrás. Honolulú no pudo ser, pero Tenerife sí, y no escatimaría en atenciones hacia su novia, su compañera de vida, su Lila**, en agradecimiento por haberle cuidado con tanto amor durante toda la convalecencia***.

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 *A este primer y gravísimo infarto, que tuvo lugar en junio de 1992, le sucedieron otros, así como multitud de variadísimos percances, de los que milagrosamente siempre salía indemne. 

**Lila es como acostumbraba a llamar mi padre a mi madre dutante su larga etapa de noviazgo y como firmaba ella las postales y cartas que se escribieron. Hasta el último momento mi padre se ha dirigido a ella por su nombre de pila, Cati, floreándolo con un esposa o novia, pero nunca hizo uso de la etiqueta mamá, pues no le correspondía a él pronunciarla.  

***durante toda aquella convalecencia (y las que le siguieron) pero también a lo largo de toda la vida, hasta el final, con el fallecimiento de mi padre hace dos semanas, el amor que hubo entre mis padres fue un continuo intercambio de admiración, entendimiento y respeto: fuentes inagotables de fuerza con las que afrontaron las vicisitudes que fueron llegando a su existencia compartida.