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martes, 12 de julio de 2016

Mudanzas

De vuelta a la carga
de buscar casa, tras un tiempo récord en una misma zona
de confort.
Buscar de nuevo hasta debajo de las piedras.
Dos Santos me fueron propicios
en los anteriores traslados:
En San Ginés, estuvo la preciosa casa del cambio.
En Santiago
mi hogar durante cinco años.
Pero ahora, en San Millán, me ofrecían un húmedo y sombrío
sótano;
en Santa Isabel, un piso para vivir de medio lado.
En Espíritu Santo, unos tabiques de espanto.
tampoco cuajó la buhardilla en San Eugenio,
y el bunker de San Andrés -fue inmediatamente descartado-;
Tampoco hubo suerte con el de San Isidoro de Sevilla  
y deseché visitar el de San Ramón Nonato,
solo porque el nombre me catapultaba
a aquellas estampitas que
me colaba mi suegra de antaño en el bolso
mientras yo llevaba el dolor escrito a doble cara
por mis seres queridos
que no llegaron a puerto.
Al final, cuando los ánimos de encontrar algo
empezaban a decaer, un general* me salió al paso,
y yo, enseguida, le eché el lazo.
Y me dije ¡sea vive Dios! 
que en este -mi- nuevo rincón
divinamente me hallo.

*General muerto en 1817 en el patíbulo por la Constitución.

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miércoles, 23 de octubre de 2013

Para sentirme como en casa

Cuando llegué aquí
-para sentirme como en casa-
colgué en el recibidor
el cartel de pizarra "hier wohnt... " (aquí vive)
y puse con tiza mi nombre sobre los puntos suspensivos...

Cuando llegué aquí
-para sentirme como en casa-
dejé sobre el suelo del salón la piedra* -en forma de león-
que solo habla a regañadientes cuando le doy
algún empujoncito con el pie -sin darme cuenta-.

Cuando llegué aquí
-para sentirme como en casa-
repartí mis cuatro propiedades por el perímetro del estudio:
las sillas, la alfombra de lana naranja hecha a mano,
unos libros y el ordenador.

Y en la cocina, colgué el soplillo de esparto,
un mini delantal de ganchillo hecho por mi abuela paterna para poner cerillas...
Y sobre la mesilla, un libro miniatura de oraciones
y un enome reloj de pulsera
que me dice la hora en su lengua fosforescente
cada vez que a media noche
despierto de alguna pesadilla...

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*Curiosa piedra hallada hace años en la Ciudad Encantada de Cuenca

miércoles, 1 de febrero de 2012

Palabra de aprendiz de desprendida

(Ahora veo con más claridad
en este asunto):
Una vez que
hube salido (...) del perímetro acordonado de mi vida anterior
me inicié
en el afán
por desprenderme, sin mirar atrás,
de los ropajes, objetos y enseres 
que identificaron aquella etapa.

Se me quedó pequeño el empeño de arrastrarlos conmigo,
sencillamente encogió al lavarlo
con cada mudanza
de camisa
con cada cambio
de casa...

Quizás porque descubrí que el hecho de apartar definitivamente ciertas cosas, 
-abandonándolas a su suerte sobre un contenedor-,
me reportaba solo pequeñas dosis de infelicidad,
siempre más rentables
que la agotadora dicha
de ponerme a buscar frenéticamente donatarios y escondites para todos ellos.

Palabra de aprendiz de desprendida.


                                                                (22-07-2011, antes de una mudanza)


lunes, 16 de enero de 2012

Nueva en mi ciudad

Me he mudado de barrio
y eso, en Madrid,
es un cambio de suerte,
de ciudad.