De un tiempo a esta parte
acostumbro a tender la ropa
provista de mi deslumbrante gorro de explorador
cuando la etiqueta de un sol
abrasador
así lo exige.
El aspecto del sombrero
es una mezcla, -como la del café de mezcla-.
pero a lo exótico:
50% vietnamita, 50% safari*.
En cierto modo se ha vuelto imprescindible.
No sé, en cuanto me lo pongo
es como si me hallase a partes iguales
faenando en un vasto campo de arroz
o en mitad de un trepidante safari.
Fue adquirido en un rastrillo benéfico,
así que desconozco su origen y utilidad
precisos.
A mi hermana, que me acompañaba ese día,
le espantaba
el hecho de que yo hubiera decidido
ponerme el sombrero por la calle todo el tiempo como si nada,
pero acabó haciéndose a la idea
porque lo llevé puesto hasta llegar a casa:
casi siempre sobre la cabeza
y, también insertado en el codo
a modo de escudo,
para evitar
golpear a mi hermana en la frente
cada vez que se acercaba
para decirme algo...
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* Safari: en suajili la palabra 'safari', que procede del árabe 'safar', significa 'viaje'.
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