a ninguna de sus mascotas;
Tan solo desaparecían así, de su vista, de un día para otro,
o se esfumaban en el aire por arte de magia.
El fallecimiento de su abuelo* paterno
-cuando contaba 11 años-
fue el adusto encargado de señalarle por vez primera el desangelado letrero
de SALIDA de los confortables dominios de la infancia.
Poco después,
la fuga de su pájaro y la muerte de su querida abuela
le "invitaron" a abandonar definitivamente aquellos confines,
y fue entonces, cuando la niña supo, por una extraña razón que solo conocen los desterrados,
que ya nunca regresaría a aquella patria chica.
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*El 21 de diciembre, nada más conocer la noticia del fallecimiento, sus padres se marcharon a toda prisa, y la niña acudió sola a la fiesta de Navidad para recitar de memoria dos complicados poemas ante un público extraño -como si nada pasara-.
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