desde una esquina
a una esbelta acacia,
-aciaga tarde de frío-
Y, tras arrebatarle de un solo manotazo un saco
entero de hojas,
abandona el parque
corriendo por las calles adyacentes.
Allí queda el demudado arbolito
aún tiritando
con los brazos subidos en alto
y sin poder sacar los pies de un enorme charco
No hay comentarios:
Publicar un comentario