Madrugar moderadamente
en domingo
tiene como recompensa un día
especialmente duradero.
Como este festivo camina siempre sin vara
de medir el tiempo,
invita también a que nos deslicemos
por entre "sus horas"
sin atender a reloj alguno,
-salvo que sea biológico-.
El domingo suele estar en perfecta sintonía con el tiempo:
su mañana deslumbra cuando hace bueno,
y sus tardes
-lluviosas-
son incomparables...
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