lunes, 16 de octubre de 2017

Ropa de cama (segunda parte)

Ella esperó
a que las voces se alejaran suficientemente
por la escalera hacia la planta baja.
Después se fue directa al armario de la limpieza,
sacó un par de guantes y unas bolsas 
de basura gigantes
-donde cupiese toda aquella asquerosa situación de mierda-
y se puso a tirar aquel preciado juego de cama
estampado 
junto con el pijama y todas las prendas -de su hasta ahora marido-
que iba encontrando. 
A la hora prevista recogió a sus dos retoños del colegio;
por el camino, en el coche, les dijo que su padre 
no volvería más. 
Una vez en casa cerró la puerta tras de sí.
Aquella noche, y las siguientes, durmió en el cuarto de invitados.
Prefería verse ahora como huésped
de un hogar
donde habitó un ser egoista y sin escrúpulos 
que le dejaba como regalo, aparte de los niños,
de los que, por cierto, nunca quiso volver a saber nada,
una vida hecha pedazos.

Dedicado a S. M. 


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