Aquella
niña nunca vio morir
a
ninguna de las mascotas que la acompañaron
durante
su infancia.
El
primero en aparecer en escena
cuando
ella contaba cinco años,
fue
un precioso y suave conejo blanco.
Pero,
repentinamente, "Copito" desapareció
de
un día para otro.
Según
la versión oficial, apta para todos los públicos,
un
vecino se lo había llevado a una finca
que
tenía en el campo.
Y
la niña, aunque triste por la terrible pérdida,
se
consolaba imaginando que su blanco amiguito
viviría
en el país de los conejos y que podría saltar
y
correr a sus anchas en compañía de sus congéneres.
Según
la versión real, digerible solo para padres,
el
conejo estaba creciendo a ojos vista,
y
empezaba a ser un gran problema en un piso pequeño.
Y
sí, un solícito vecino se lo había llevado,
pero
para hacerse con él un exquisito guiso.
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