martes, 25 de agosto de 2015

Películas

En el lugar de trabajo
una mujer inicia un diálogo con la compañera de al lado.
En realidad, se trata de un monólogo encubierto
porque, desde un comienzo, todo su afán era contar su experiencia del parto,
no dejando resquicios para el intercambio
verbal.
A la otra mujer solo le queda, asentir
mientras deja escapar algún "aha",
con la vana esperanza de que el relato acabe lo antes posible.
Craso error:
Finalizados los antecedentes resumidos del parto, la interlocutora pretende
hacer recuento de todos y cada uno de los detalles:
desde las primeras contracciones y dolores, la estancia en el paritorio,
la monitorización...la entrada en el quirófano, sondas, gomas de sangre...
La sufridora, con el rostro desencajado, intentando parar el asedio, lanza:
"A mí es que no me gusta nada el tema de los partos, de verdad".
La otra mujer, lejos de darse por enterada y de comprender que lo que está contando
no despierta ningún interés,
continúa su narración, retomando el hilo,
esta vez con todo lujo de detalle.
La sufridora, no se lo podía creer y empezaba a no poder contener
su mirada perdida.
                  Por suerte, en ese preciso instante, alguien, deseoso
                  de hablar, se entromete en la conversación, y la 
                  mujer cede encantada el testigo de asentidora y 
                  por fin, se distancia.
Y es que, mientras la mujer no dejaba de narrar su película parturienta,
en la mente de la asentidora inicial, hacía rato ya que se proyectaba imparable un filme, muy distinto,
el suyo propio, grabado a fuego, 13 años atrás,
y cuyo reestreno se producía cada vez que 
alguien iniciaba conversaciones de ese tipo...
...el no sentir al feto, el paso por los especialistas que certificarían su muerte aquél viernes, la tumba viviente en la que se convirtió ella durante todo ese eterno fin de semana, el dolor inasible, los dolores del parto...
y el final infeliz.

 


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