jueves, 9 de julio de 2015

Trazabilidad o pero qué preciosidad de tomates

-¡Pero qué preciosidad de tomates! -exclama una señora en el súper, maravillada ante una enorme caja de tomates en rama.
Todos rojos por igual,
sin el menor atisbo de verdor a flor de piel.
Todos gordos por igual,
exactamente del mismo tamaño:
como si procedieran de una huerta molde.
Unos tomates programados
únicamente para encandilar desde su trinchera de cartón.
Pero, ¿qué hay del sabor auténtico?:
-ah, bueno, pues simplemente no se incluyó
en la mesa de mezclas:
como todo el mundo sabe, hoy se compra con la vista,
no con el gusto o el olfato;
Y todo para crear unos replicantes 
de tomate ideal,

capaces de llamar sin una voz más alta que otra
al consumidor.
Pero... ¿cómo empezó todo?
Pues, en el preciso instante en que
comenzaron a ser ignorados por mediocres
aquellos feos, irregulares,
y tal vez hasta aromáticos tomates.
Y entonces alguien decidió que había llegado el momento de pasarse a los deslumbrantes,
ahí empezó todo.

 

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