martes, 12 de mayo de 2015

Sobre el dolor. Conversación

-¿Qué hacer cuándo se siente tanto dolor dentro? -me dice mi hermana-. Porque no se puede escapar de él. Es imposible sentir nada más.
-Así es, -replico-, durante el tiempo que el dolor permanece en nuestro interior, está tan bien instalado, que no abandona jamás su estancia para nada, como no sea para desbordarse en forma de lágrimas e inundarlo todo.
-¿Y cuánto dura ese estado...?
-¿Qué cuánto dura? 
Pues, transcurren días, semanas, meses, años.
En ocasiones, cuando el dolor sale y se queda ahí frente a frente, unas veces él te mira a ti y otras tu a él.
Y así hasta que un día cualquiera
recibes una instancia solicitando tu presencia:
pero se nos requiere para que acudamos
sin compañía de nuestro dolor,
que se queda en casa esperando nuestra vuelta para inundarnos de nuevo.
Solo que esta vez apartamos la mirada. 
Y él, que fuera de nosotros, en el exterior,
por sí solo no es nada, se marcha desesperado a poblar otros interiores
-no sin antes dejar en el alma los correspondientes registros 
de entrada y salida
rubricado con gruesos trazos de cicatriz-.
Y a partir de entonces
es cuando comienzas a ver el mundo con tus ojos propios,
no con los de aquél dolor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario