Cada vez que quería olvidar
las tribulaciones de verdad,
me ponía -literalmente- a confeccionar mis propios bolsos.
Y ahí quedaban los problemas
-bien cosidos-
con las estrechas costuras formando parte del entramado de la tela.
Una vez fuera de su radio de acción
-mi mente-
aquellas preocupaciones
eran mandadas sistemáticamente a paseo,
colgados del hombro o
cuzados al pecho.
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