domingo, 11 de enero de 2015

Las respuestas a las preguntas

El valor
que habitualmente empuño para dejar claro que no tendré hijos
resplandece cuando repito -por este orden-
que no tengo ni la lozanía de antaño,
ni los medios o la dedicación deseables,
y ni aun las ganas ya -si me apuran-.
Pues bien, recuerdo cómo ese valor palideció
al toparse de frente con el arrojo
de un matrimonio de invidentes totales
que llevaban a sus dos pequeños videntes -de tres y un año-
en el suburbano
camino del centro de Madrid.
¿Qué clase osadía era aquella?
Está claro que de esas que escupen a la cara
a la sensatez más impepinable.
En mi mente, a la pregunta del cómo, seguía la del porqué:
Todos los viajeros, sin excepción, contemplábamos perplejos
la naturalidad con que estos padres parecían sortear cada dificultad
según iba llegando, esto respondía al cómo.
Simplemente.
A través de esos niños surgía la oportunidad de alcanzar a ver un mundo mejor
por el que transitar con esperanza. 
Y ahí la residía la respuesta  del porqué.
su testigo ya no había sido pasado a ciegas

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