martes, 29 de julio de 2014

EN nombre de la rosa.

Si la rosa era para la madre o para la novia de aquél chico
eso nunca lo sabré.
                               
No es lo mismo regalar una rutilante rosa blanca de tallo largo
bien envuelta -hablando por sí misma-
que tener que escoger otra flor secundaria cualquiera, -pensé-.

Al pasar por delante de un puesto de flores
escucho cómo la dueña 
le dice a un muchacho "no te llega para la rosa".
El chico contaba una y otra vez la calderilla que llevaba en la mano,
"entonces, no tengo bastante," "¿y por 1,50€ qué flor me puede dar?"  
"Pues por 1,50€"...

Entonces me detengo en seco  y vuelvo sobre mis pasos.
Me dirijo sin pensarlo
hacia el muchacho. No dejo que la tendera termine su frase
para ofrecerle vaya usted a saber qué otra flor...
sencillamente abro el monedero
y pregunto al perplejo chico que cuánto le falta para la rosa.
"40 céntimos"
"Toma, aquí tienes"
"¡¡Gracias, gracias, muchas gracias!!"
Sigo mi camino un tanto turbada por el arrebato, pero
llena de orgullo.

A toro pasado, me quedé con las ganas de preguntar para quién era la rosa,
pero eso, nunca lo sabré.


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