La terrible tormenta
se ha cobrado
una víctima -casi humana-.
En términos puramente catastróficos
diríase que falleció de muerte natural,
pero la autopsia
da lugar a pocas dudas;
el frágil peto de corcho a un lado
deja al descubierto el verdadero mal
que arrastraba de lejos
este árbol con figura de persona:
un corazón seco.
Y luego ya si algún árbol envidioso
le había echado el mal de ojo
-deseándole lo peor que se le puede desear a un árbol:
"que te parta un rayo"-,
pues era solo cuestión de esperar
a que la puntilla llegara -cualquier día-
desde lo alto...
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