No puedo;
sencillamente no puedo
permitirme el lujo de comprar más miedo.
Se está volviendo más caro cada vez...
Empezó costando lo que
cuesta un chasco o una pesadilla, es decir:
-quebraderos de cabeza, algo de insomnio, -casi nada-.
Pero ahora el miedo ha subido.
Se paga a precio de sueños, de ilusiones, de energía vital;
la propia existencia es la moneda de cambio.
No pienso seguir adquiriendo miedo a semejante coste.
Y ojalá nadie más lo compre.
Entonces, ante tanto excedente,
los que venden miedo tendrán que ponerse a regalarlo.
Y luego vendrá lo mejor;
Porque todo el mundo sabe
que el miedo regalado
ni convence ni asusta
ya a nadie.
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