Eran las cinco de la tarde de cualquier día laborable.
Semana grande de San Isidro.
Coso taurino de las Ventas.
Un maestro entra en la plaza;
Da comienzo a su faena.
En el exterior, del otro lado, una maestra bordea
la Monumental panza de ladrillo visto.
Ni un poco de brisa
bajo el mismo sol de justicia;
Eso sí que es verdaderamente matador.
En ambos espacios
todas las sombras están
cual novias arrepentidas:
a la fuga.
Como de costumbre él entra en el ruedo
con un manojo de miedos cogido bajo el brazo.
Ella viene de haber lidiado
-un día más-
con los alumnos.
Camina apretando el paso
dando vueltas
a la faena que aun le queda:
suerte de deberes, suerte de cenas, suerte de baños, suerte de camas...
(Resultados de las corridas: silencio tras un aviso y pitos.)
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