Su sabor
nace entre algodones de espuma,
sobre camitas verticales cultivadas en batea
-de las que nunca se apea-.
Este molusquito posee la pureza de las corrientes
con las que crece
mientras baila
a cámara lenta en los profundos salones
de muda riqueza...
Y así, en el encerrado abrazo
de sus
negriazules
conchas ,
permanecerá hasta que sus músculos
cedan a la presión del pulso entablado
-en la cacerola-
por el agua o por alguna salsa en ebullición.
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