¿Quién/es somos cada uno de nosotr@s en realidad?
Si tuviéramos que explicarlo a la luz del día
improvisando,
echaríamos mano de la técnica de la eliminación,
rebuscaríamos en nuestros bolsos,
vaciando sobre la mesa
-
como antes de cruzar un escáner de la verdad, o algo así-
todo aquello que pite, que chirríe, que no nos caracterize,
y al final
voilá,
ahí aparecerá algo, seguro,
que no sabíamos cómo,
pero, ¡qué diablos!,
estaba ahí en el fondo, esperando identificarnos
sin mayores sorpresas.
Pero..., ¿y cuándo se apaga la luz?,
¿quién es el que queda ahí cuando nos vamos a acostar?
Bueno, pues a ver...
sobre la silla junto a la cama
queda toda nuestra
ropa de calle
-
profesión y/o trabajo y/o familia, ...-
y sus correspondientes
complementos
-
problemas de todos los colores,
preocupaciones de todas las tallas,
películas para casi todos los públicos,...-
A veces incluso hay
toallas que han sido
arrojadas no muy lejos de la cama
-si es que hemos tenido que claudicar en algún momento del día-
El caso es que ahí,
en medio de la oscuridad,
-estemos acompañad@s o no-
solo queda
un
yo acurrucado a solas:
Que puede que se acueste vestido
-con toda esa ropa y accesorios malditos-
y entonces hará inevitable recuento de lo
vivido en el día
-sin reparar demasiado en lo que ha
desvivido
por haber
se tenido que
desvivir-
Si resulta que duerme desnudo,
ese
yo solitario surcará,
tal vez, algún que otro sueño en su frágil barquita duermevela
-nada serio, quizás algún devaneo que lo mantenga a flote
o que lo lleve a cambiar de rumbo sin naufragar en el intento-.
Y así navegará hasta el puerto no tan lejano
de la vigilia
donde en pocas horas una luz le aguarda,
quizás para recordarle
que hace tiempo que solo cumple años,
no sueños.
Pero, es que
-exclamaría el
difunto desde la otra orilla-
¿acaso no es ya un verdadero sueño
el poder despertar
del eterno descanso?