Confieso haberme automedicado contra el dolor,
y aún más,
seguir haciéndolo a diario.
-sé que las autoridades sanitarias advierten a la población
en este sentido a través de continuas campañas-.
Porque escribir poesía ha resultado ser,
y aún es,
para mí
el más potente de los analgésicos que existen
contra el dolor
del alma.
Porque lo atrapa y lo comprime
haciendo que el dolor remita
-pero remitir de enviar-
porque luego me llegan cientos de pequeños paquetes
por correo versificado
que no me queda más remedio que aceptar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario